ESCORPION…
El escorpión es un animal extraño, que por su par
de pinzas delanteras y su aguijón venenoso, a veces mortal, nos hace pensar en
una verdadera máquina de guerra ambulante.
Se dice de los nativos de este signo zodiacal, el
cual tiene como símbolo este arácnido de las regiones calurosas, que son muy
resistentes y cuentan con muchos recursos.
Tanto es así, que el escorpión posee cuatro pares
de pulmones y su reputación de relativa in-vulnerabilidad no necesita
demostración. Se dice incluso que escapa a las emisiones radiactivas,
especialmente destructivas.
Es un animal nocturno que vive en las regiones
calurosas.
A modo de ejemplo, la especie que se encuentra en
los desiertos no se mueve hasta que no hay una temperatura ambiente de 45 °C como mínimo, mientras que
a 20 °C
grados se queda petrificado de frío.
Su aspecto agresivo, sus movimientos furtivos,
silenciosos, rápidos, enérgicos y su veneno mortal, no han hecho precisamente
de él un animal que despierte simpatías.
Sin embargo, su carácter luchador y valiente indujo
a los antiguos a hacer de él el «portador de verdad», el que lucha hasta el
final por una causa justa o para que la verdad triunfe.
Así, antes de la aparición de la primera dinastía
de faraones en Egipto, es decir, al principio del IV milenio a.C.,
aproximadamente, un mítico rey egipcio, primer unificador del imperio, fue
conocido con el nombre de Selek, el escorpión, y se le representó con este
animal.
Su esposa Selket, representada con la cabeza de
Isis tocada por una cofia de rapaz, coronada por un escorpión, era una diosa
adorada por una importante comunidad de brujas y curanderos.
Según una leyenda griega, Ártemis, la hermana
gemela de Apolo -que será Diana cazadora para los romanos-, envió un escorpión
a Orion, el cazador gigante, que había intentado violarla.
El escorpión le picó en un talón y lo mató.
En reconocimiento al servicio prestado a Ártemis,
el escorpión que le había permitido saborear la venganza se convirtió en
constelación.
Orion, después de morir, se convirtió también en
constelación.
Así, desde entonces, Orion va hacia el oeste y
desciende en el horizonte cuando aparece, al este, el Escorpión.
La célebre fábula, de origen oriental, del
escorpión que le pide a la rana que le ayude a pasar una corriente de agua
sobre su espalda, jurándole por todos los grandes dioses que no le hará daño,
pero que finalmente le pica y, claro está, se ahoga con ella, puede ser muy ilustrativa
de las pulsiones instintivas irreprimibles que sienten, a veces, los nativos de
este signo.
No es un ejemplo exagerado ni debe ponerse en duda.
En efecto, no hay ningún otro signo del zodíaco que
tenga unas cualidades, por un lado tan lúgubres y negativas y, por otro, tan
luminosas y positivas.
El signo de Escorpio simboliza las
fuerzas regeneradoras, principio sin el cual la vida no podría renovarse.
Ahora bien, toda regeneración implica una forma de muerte
o destrucción, aunque ésta no sea definitiva.
Es necesaria para la renovación de la vida.
Así, la simbología y los mitos relacionados con el
signo Escorpio están llenos de cierta intensidad que perturba la imaginación,
para despertar las conciencias adormecidas.
Aquí, en la Tierra, todo tiene un principio y un
final. Pero un final implica necesariamente otro principio, ya que, en
realidad, nada muere jamás, todo se transforma.
Este es el gran principio de la vida, que conoce el
signo Escorpio.